Tengo muchos compañeros pero pocos amigos... Me refíero a amigos de verdad, amigos del alma. De esos que te prestan el hombro, la mano y el cuerpo entero cuando estás triste; que se rien más fuerte que vos cuando estás feliz y que pegan saltos de canguro cuando festejan que te pasó algo bueno. Por esos amigos de verdad vale la pena jugarse si están en problemas o te necesitan. Porque es bueno tener (y ser) un amigo con mayúsculas.
Llorar y reir, en buena compañia, le da otro color a las emociones.
Quiero compartir ese dar y recibir desinteresado que tiene la amistad.
Pero no con todos.
No con tadas.
Solo con mis pocos, merecidos, y mejores amigos...
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